Desde mi primer día en el proyecto de la FUNDACIÓN ALBERTO CONTADOR he sido claro en mis objetivos y líneas maestras a seguir a la hora de trabajar. Antes que pensar en sumar victorias por encima de todo, hay una serie de pasos y etapas a realizar con tanta o incluso mayor importancia, y en ellas nos vemos inmersos durante estos primeros meses de la temporada. Tratando de no perder nunca la ilusión y el espíritu lúdico con el que un muchacho debería acudir a competir en edad juvenil, estamos en un proceso de enseñanza con vistas a interiorizar detalles básicos, y por qué no decirlo, tremendamente sencillos de cumplir para todo aquel que practique ciclismo, incluso aunque no sea de competición.

Bajar a por agua al coche, detenerse en el lugar correcto al pinchar y dejar la bici lista para una rápida reparación, saber resguardarse del viento, pasar bien en los relevos, ayudar al compañero, respetar al rival….pequeños detalles que en su conjunto enriquecerán el aprendizaje de los muchachos y quedarán interiorizados de por vida con todo el beneficio que ello conlleva. Compruebo en ocasiones viendo carreras por televisión o en vivo como al ciclismo actual le falta algo de esa vieja escuela de principios básicos que estamos intentando instaurar como punto de arranque.

Y con el transcurrir de las semanas del año la competición da sus primeros balbuceos. Don Benito y Villatuerta han sido nuestras primeras citas, y allí he podido refrescar en la memoria, y con cierta ilusión por cierto, cómo es la aproximación a una carrera de un ciclista en estas edades. Los nervios y las inquietudes en el viaje y los instantes previos, el olor a linimento, los ajustes de cascos, zapatillas y accesorios en la vestimenta….todo un conjunto de pequeños detalles que siempre se viven durante esta fase de una manera mucho intensa y por qué no decirlo también, preocupada.

Fernando Barceló nos dio el pasado domingo la primera victoria al SPECIALIZED – FUNDACIÓN ALBERTO CONTADOR tras una gran carrera donde culminó una fuga de varios corredores que poco a poco fue perdiendo unidades.

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Barceló, un oscense que cumple su primera temporada en la categoría, me recordó una vez más mi especial relación con su tierra en lo que al ciclismo se refiere. Algunos seguramente ya no lo recuerden o quizá ni lo viviesen en su momento, pero camino de Huesca y con motivo de una Vuelta a Aragón de principios de los 90, anduve escapado en compañía de Lale Cubino. La carrera venía de la zona de Boltaña, y tras las ascensiones a Serrablo y Monrepós, nos encontramos juntos y destacados camino de la meta.

Fueron kilómetros frenéticos con terreno favorable en falso llano, pero el aliento del grupo perseguidor se hacía sentir cada vez más intenso hasta que en el último kilómetro me acabaron capturando. Y digo “me” porque Lale supo moverse astutamente entre los rebufos de las motos de televisión y enlaces, cobrando una mínima ventaja en el callejeo previo que le sirvió para ganar por unos centímetros. Ese día recibí una interesante lección que nunca he olvidado, y eso que para entonces no era un juvenil que dijéramos. Esta claro que nunca es tarde para aprender, y esa lección sirve tanto para este deporte como para cualquier faceta de la vida.

Un buen amigo del ciclismo siempre me anda con la cantinela de que tiene en sus estanterías el vídeo de ese día y me lo tiene que pasar grabado. Aprovecharé la ocasión si me está leyendo para recordárselo, quizá si ha leído estas líneas le sirva de estímulo, dicho por supuesto en tono jocoso y con todo el cariño.